SINDROME DE KESSLER

Síndrome de Kessler: el apocalipsis satelital que pende sobre la civilización

El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética lanzó el Sputnik, el primer satélite artificial en la historia. No tenía un uso concreto más allá de demostrar que era posible poner un objeto en órbita y enviar señales de radio a través de él, pero esto significó un potencial enorme en ciencias, tecnología y aplicaciones militares que hizo reaccionar a los Estados Unidos y marcó el comienzo de la Carrera Espacial.

De ese aparato de 58 centímetros que sólo transmitía un pitido como muestra de que funcionaba hemos pasado a tener más de 12 mil satélites activos, según un reporte de 2023 de la empresa de tráfico espacial Slingshot Aerospace; artefactos que se esenciales para las comunicaciones, la meteorología, la navegación, la ciencia y la defensa militar. Pero también se han acumulado más de 3 mil satélites inactivos y una cantidad considerable de restos de aparatos destruidos, unos 54 mil fragmentos mayores de 10 centímetros y 140 millones menores a un centímetro, según la Agencia Espacial Europea (ESA), los cuales giran sin cesar alrededor de la Tierra a velocidades que los vuelven peligrosos para los satélites funcionales que orbitan a la misma altura y para cohetes y naves espaciales que deben atravesar esas zonas del espacio.

La respuesta la dieron Donald Kessler y Burton G. Cour-Palais, investigadores del Centro Espacial Johnson de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), en su artículo "Frecuencia de colisión de satélites artificiales: la creación de un cinturón de escombros", publicado en el Journal of Geophysical Research en 1978, donde plantearon un modelo matemático donde la densidad de objetos en órbita (funcionales y basura) sería tal que un choque accidental crearía una reacción en cadena que inutilizaría los satélites y generaría tal cantidad de basura espacial que ya no sería seguro enviar artefactos a la órbita baja terrestre, la zona del espacio donde hay más cantidad de satélites (actualmente más de 10 mil).

Este escenario es conocido como el Síndrome de Kessler y su consecuencia sería en muchos aspectos el regreso de la civilización a su estadio de desarrollo que se tuvo a mediados del siglo XX. Aunque se conservarían avances que son posibles en tierra firme (energía, medicina, incluso internet) las comunicaciones que dependen de satélites y tecnologías como el GPS serían imposibles.

Habría importantes retrocesos en el estudio del clima, con los usos en agricultura y prevención de desastres que eso significa, y también en la exploración espacial, pues no sería posible enviar más cargas al espacio. Recuperarse no sería fácil: la órbita quedaría inutilizable por siglos, hasta que la mayor parte de los fragmentos regresaran a la Tierra y despejaran el espacio próximo. 

De seguir enviando cargas al espacio sin preocuparse por su desecho el apocalipsis satelital sería cuestión de tiempo, pero los organismos encargados de esta actividad han empezado a tomar medidas para evitarlo.

Actualmente los lanzamientos espaciales generan menos escombros y muchos satélites cuentan con maniobras de reingreso a la Tierra después de su vida útil.

También se buscan materiales que se desintegren fácilmente y la prohibición de pruebas destructivas.

En cuanto a la limpieza de los restos que ya afectan las órbitas de la Tierra, la ESA proyecta el ClearSpace-1, un brazo robótico que capturará los objetos inactivos y los enviará de regreso a nuestro planeta, en tanto que la NASA estudia el impacto de la actividad solar en los satélites, con el fin de disminuir el riesgo de colisiones.

Iniciativas privadas como Astroscale y RemoveDEBRIS ya han probado la eliminación de basura espacial de manera segura.

Nota extraída de:
INFORMADOR Síndrome de Kessler: el apocalipsis satelital que pende sobre la civilización INFORMADOR [en línea] 2025 [fecha de consulta: 19 MAYO 2025]. Disponible en: http://www.informador.mx